Ya estamos en el Portezuelo, son 4.370 metros sobre el mar.
Llegar al Portezuelo del Peñón los llevó mas tiempo del planeado (solo habíamos pensado en los inconvenientes, y nos olvidamos de calcular el paisaje). Pero estábamos contentos y no muy preocupados (todavía) por la hora.
Uno imagina el portezuelo como la cima de una subida "a pique" con una bajada similar del otro lado.
Eso no es así aquí.
Se sube por el Este a una gran altiplanicie de 4.200 metros de altura en promedio, donde se destacan, como si fueran simples colinas o sierras, montañas de mas de 5 y 6 mil metros. Claro, con las primeras solo falta subir, a pié, 700, 800 ó 1000 metros para estar en su cima.
Yo digo "solo falta subir" pero ojo, subir 100 metros aquí creo que representa el esfuerzo de subir 1000, a nivel del mar.
Allí, en esa altiplanicie descubrimos unas pequeñas dunas.
Enseguida pensamos en salirnos del camino a "jugar" un poco en esas ondulaciones.
Primero lo intenta Pablo con el VW Gol. Le cuesta mucho. En realidad somos unos desconsiderados, les estamos exigiendo a estos autos citadinos, realizar proezas dignas de vehículos con tracción integral, diferenciales con "alta" y "baja" y poderosos motores.
Para ser sinceros ya merecen medalla, diploma y beso con lo que hicieron.
Muchos 4x4 jamás han realizado "proezas" ni similares.
Pero, en fin, veremos hasta donde puede este Renault 12 de 1296 cm cúbicos de cilindrada y 20 años de edad.
Y allá se mete Eduardo a hacer "slalom vertical".
Pero a los autos les cuesta mucho...
Allá va el R12 ..............
Al bajar queríamos hacer "bigotes" con la nieve saltando aplastada por las ruedas delanteras. Pero algo falló. Faltó velocidad.
El juego cobró su precio y allí quedó.
Tuvimos que palear nieve y empujar un poco, pero lo sacamos y continuamos el camino. Ahora una suave bajada con ondulaciones nos conduciría a la depresión (4263m) donde se encuentra la laguna que tanto buscábamos.
En años posteriores volvimos a Laguna Brava y tuvimos la desagradable sorpresa de ver que nuestras huellas, junto con otras más, permanecían allí como si hubiésemos pasado el día anterior.
Allí tomamos conciencia del terrible desastre que habíamos hecho con el paisaje saliéndonos del camino innecesariamente.
Jamás pensamos hasta ese momento que una "travesura" podía traer tan desastrosas consecuencias. Quién sabe cuantos años le llevará al viento y la nieve borrar aquellas huellas.
Nos prometimos, a partir de aquel instante en que apreciamos el daño, tener muchísimo más cuidado con el ambiente, para que quienes vayan detrás nuestro puedan tener el placer de ver aquello en su estado original.
Descubrimos también que allí no hay que dejar nada, la naturaleza ya se encargó de poner todo lo necesario, así que siempre bajamos a los pueblos toda la basura que podemos generar a más de muchas veces bajar basura ajena que se han dejado "olvidada".
Así como no hay que dejar nada allá arriba, tampoco hay que traer nada desde allí. Suficiente regalo para el alma serán las emociones que el paisaje nos prodigue, las imágenes que traeremos en nuestras retinas, en película o en memorias de cámaras fotográficas.
Pedimos perdón por el daño producido por ignorancia en aquella, nuestra primer travesía por lugares casi vírgenes.
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El camino continuaba, por una planicie ondulada, hacia una cuenca donde, de un momento a otro deberíamos divisar a la laguna.
Pero esas ondulaciones del camino encerraban nuevas sorpresas.
En efecto. en varias de ellas se acumulaba nieve en la depresión.
En general la superábamos acelerando en la bajada para que el propio
envión nos ayudara a atravesar la nieve.
Esos manchones de nieve no eran todo lo amigables que parecían.
Pero el método puede fallar. Y falló.
Por un error de cálculo en la trayectoria el R12 quedó atrapado, con el vientre apoyado en la nieve y las ruedas "colgando".
Allí quedó el R12 otra vez atrapado por la nieve y sin potencia.
Intentamos ayudar con fuerza humana pero ni se movía. Estaba literalmente "clavado" en el piso.
Decidimos que si Pablo pasaba con el Gol por el costado derecho podría
ayudar tirando con una eslinga.
Así lo intentó, pero, lanzado a toda velocidad, intentando esquivar a Roberto que se había ubicado mal para señalar el camino, se desvió, descontrolado y acabó incrustado en el trasero del Renault.
Por suerte solo se abolló la chapa y no se rompió nada vital.
Pero ahora eran dos los coches enterrados en la nieve y la única ayuda con que contábamos era con nosotros mismos. Nuestros vehículos no tenían malacate, no habíamos llevado cadenas para poner en las ruedas y hacía varios meses que no pasaba nadie por allí.
Primero pudimos sacar el R12, paleando nieve, empujando,
armando aparejos improvisados, clavando estacas, volviendo a empujar. Así
durante casi una hora.
Luego tocó el turno al VW.
Mientras tanto Roberto, extenuado por el esfuerzo se desmayaba en el interior del Renault.
A partir de allí, cada vez que veíamos un manchón de nieve, nos salíamos del trazo del camino y lo esquivábamos a campo traviesa.
Continúa...
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