Esa noche le encargamos un chivito al asador a Don Valentín que resultó espectacular.

Al otro día decidimos hacer una excursión hacia el Norte, pasando por las termas de Rincón de las Papas, Ailinco y continuando hasta más allá de donde la nieve en una oportunidad y los derrumbes en otra, nos detuvieron.

Ese camino debería conducir también hacia la Laguna Varvarco Tapia y el Cajón de los Nevados.

¿Por qué no lo pudimos encontrar cuando allí estuvimos?

La primer "inmersión" en agua termal se produce en Rincón de las Papas.

Lo sacamos a Lucho de una oreja de su baño termal para continuar camino rumbo norte.

Pasamos por Ailinco, solo unas casitas y una capilla abandonada gran parte del año excepto para la fecha de la peregrinación.

La ansiedad nos empujaba hacia adelante. Ya habíamos superado el lugar donde nos detuviera la nieve en un viaje anterior. Estábamos cerca de donde nos detuvo un derrumbe unos meses después.

¿Hasta dónde llegaríamos ahora?

Sabíamos que más adelante del derrumbe había que vadear el Arroyo Varvarco por el vado de las Arvejas.

Pasamos por la zona del derrumbe, estaba arreglado y las piedras sueltas no eran problemas para las camionetas como sí lo fueron para el Escort y el Fiat Uno hacía tres años.

Seguíamos avanzando. Bien.

Finalmente llegamos al vado de las Arvejas.

En ralidad era bastante ancho el arroyo en ese lugar y el agua bajaba con bastante fuerza.

La gran incógnita era la profundidad.

Nos miramos con Lucho y aparentemente ninguno de los dos estaba dispuesto a quitarse la ropa para meterse en las heladas y correntosas aguas a tantear cuál era esa profundidad.

- Mirá, justo ahí viene un arriero con unos caballos, dejemos que crucen ellos y miremos en las patas de los animales a ver hasta donde les llega el agua.

Al principio la cosa iba bien, el cauce no tendría mas de 30 o 40 centímetros, pero cuando ya estaban terminando de cruzar vemos que el agua llegaba hasta la panza de los caballos.

Mirando unos que aún no habían cruzado veo que la panza de los equinos da justo a la altura de la ventanilla de la Niva. No, mejor no ariesguemos.

- Y ¿Hasta dónde llega éste camino? Le pregunto al arriero que aun no había cruzado.

- Y p'al norte unas pocas leguas, endispués está cortado y nunca más lo compusieron.

Allí nos dimos por vencidos. Este camino nos "tiene de hijos", una vez fue la nieve, otra un derrumbe y ahora este amedrentador vado.

- Volvamos.

Continúa...