Una excursión a la
Meseta de SOMUNCURÁ

Gigantesca, inhóspita, aislada y deshabitada
 

Fotos y Relato 2



La huella se pone un poco intrincada, aumenta su pendiente, comienza a transitar sobre roca volcánica desnuda, se cierran sus curvas, pero... se puede transitar. Despacio, pero se transita y se sube. Se sube a la altiplanicie.


Fotos: Gustavo Rua

De repente, luego de una última curva la descubrimos, ya estamos sobre la Meseta de Somuncurá. Es muy plana, solo se divisan en el horizonte algunas siluetas de volcanes. Todavía están muy lejos.

Foto: Marcelo Minicchelli

Me llama la atención la vegetación.

Si bien es cierto que no existe el más mínimo árbol (no lo resistiría), hay mucho verde de vegetación rastrera "pegada" a las piedras.

La superficie sobre la que circulamos es sumamente rugosa.

Hay marcas de que han pasado algunos otros vehículos y alguien ha separado las piedras más grandes para poder circular. Pero da la impresión de que el trabajo ha sido hecho a mano. Ninguna máquina ha andado por aquí con seguridad.

Foto: Germán Schmidt

Serán 383 Km de este tipo de huella las que tendremos por delante en las próximas dos jornadas.

Sorpresivamente vemos alambrados, muchos caídos ya que como es imposible enterrar los postes en esta superficie de lava sólida, los mantienen precariamente apuntalándolos con piedras, pero el permanente viento del oeste es implacable y logra voltear postes y alambrados.

Las tranqueras (a veces inútiles) sobre la senda, están mejor afirmadas y, religiosamente, las dejamos tan bien cerradas cual las encontramos.

Al tiempo de andar nos llama la atención la cantidad de tranqueras que hemos traspasado y, sin embargo no hemos visto ni siquiera un rancho ni un gaucho a caballo (ni a pié).

Foto: Andrés Pino

El mediodía nos sorprende cruzando un pequeño barreal seco donde nos detenemos para un rápido almuerzo de emparedados con fiambre.

Allí podemos apreciar bien que significa cuando a uno le dicen "la meseta está llena de piedras... es todo piedras, todo piedras..."

Descubrimos maravillados un guanaco, luego otro y otro más.

Al poco tiempo las manadas eran de varias docenas de animales cada una.

Aprendimos a distinguir al macho jefe de grupo.

Se ubica siempre en un lugar elevado vigilando el entorno y, en cuanto nos acercamos, comienza a relinchar y a correr dando imaginarios cabezazos a las hembras y púberes integrantes de su manada, instándolos a huir del peligro que representan aquellos extraños en su hábitat.

No podíamos acercarnos a menos de 200 metros que salían disparados.

Nos desesperábamos por tomar alguna buena foto de esa cantidad nunca vista de guanacos en total libertad.

En el horizonte se iban agrandando las siluetas de los volcanes.

Alcanzamos y bordeamos el denominado La Chara de 1450m de altura. Parece solo una colina.

Detrás se adivina el perfil del Corona Grande (uno de los más altos, con 1600 metros sobre el nivel del mar).

A poco de andar, nos sorprendemos ante la presencia de otro habitante de la meseta, es un "Pichi", de la familia de los armadillos como la Mulita, el ....... y el extinto y gigantesco Tatú carreta.
Esta era una hembrita que se asustó mucho con nuestras corridas, así que luego de la foto le devolvimos su libertad.

Pasamos entre los Volcanes "Mimbre" y "Cerro del Medio" apuntando hacia el Cerro Pancho para extraviarnos por un momento, sin encontrar la huella que nos sacaría de allí.

Fue Andy, que venía casi último en la caravana el que descubrió las tenues huellas marcadas en la roca que nos llevarían hacia el Oeste.

Dejando el Mimbre a la derecha apuntamos a los Cuatro Cerros.

Teníamos idea de subir a uno de los cráteres pero el lento ritmo que nos imponía lo agreste del terreno había provocado un "atraso" en el cronograma guía que habíamos planeado así que la "trepada" al cráter quedó para otra oportunidad.

Según los relevamientos previos que habíamos realizado, nos acercábamos a la Ruta Provincial 60 que une Valcheta-Chipauquil con Cona Niyeu en un trayecto que corre de norte a sur. Nosotros la deberíamos cruzar.

Gustavo que iba en punta se detiene y manifiesta haberse perdido porque según los datos que les había provisto para cargar en el GPS, deberían hallarse en la mencionada ruta Provincial, pero no veían nada que así lo indicara.

Nos reagrupamos y, mirando con atención descubrimos que realmente Gustavo y Marcelo se encontraban sobre una huella totalmente destruida y apenas marcada que corría de norte a sur. ¡Esa debía ser la Ruta Provincial Nr 60!!!

Foto: Marcelo Minicchelli

En realidad estaba mucho peor que por donde veníamos circulando.

Foto: Marcelo Minicchelli

A decir verdad una de las pocas oportunidades en que los bajos de las camionetas rasparon contra las rocas del "camino" fue en los pocos kilómetros en que circulamos por aquella desdibujada traza.

Al llegar al Volcán extinto "Paramela" abandonamos la inexistente RP60 en un giro de 90 grados hacia el Oeste.

Hacía ya 8 horas que estábamos en camino habiendo recorrido unos 160 Km, los primeros (antes de subir a la meseta) a 100 Km/h pero los últimos a aproximadamente 8Km/h con tramos de 3km/h.

Estábamos a unos 20 Km del lugar donde habíamos previsto pernoctar y eran las cinco de la tarde.

Foto: Germán Schmidt

A 8Km/h demoraríamos unas dos horas y media en llegar a aquella laguna, justo cuando se estuviera poniendo el sol.

En el camino nos detuvimos en una de las numerosas lagunas sin nombre a apreciar el paisaje.

La perspectiva fotográfica no permite apreciar que estas lagunas de unos 200 metros de diámetro se forman en profundas oquedades circulares de unos 400 metros de diámetro por 70 metros de profundidad respecto de la superficie de la meseta.

Allí vimos que, aparte de guanacos, también había caballos en la meseta, y muy probablemente tuvieran dueño, solo que hasta ahora no habíamos visto ningún cristiano desde la mañana.

Ahora comenzamos a pasar cerca de alguna de estas lagunas procurando encontrar un lugar apropiado protegido del viento para armar campamento y pasar la noche.

De la fotografía satelital había elegido una que aparentaba ser un buen refugio y tener una bajada apta para las camionetas (están unos 70 metros por debajo de la superficie de la meseta) faltaba poco para llegar cuando vemos que la anterior tambien tenía una bajada para los vehículos y... ¡¡Estaba habitada!!

Ya se ponía el sol así que continuamos para tratar de llegar a la laguna prevista en el plan.

Llegamos.

Comenzamos a bajar y nos distraemos mirando una especie de liebre pero con una larga cola como de ardilla que se expande sobre el lomo de aquel animalito.

Foto: Marcelo Minicchelli

Allí está, mimetizado con las rocas. Después nos enteramos que era una ....

Comienza la abrupta bajada.
Una a una las camionetas se van deslizando hacia el fondo de aquella olla de piedras donde se encuentra la laguna que habíamos elegido para acampar, escudriñando las fotos satelitales mientras planeabamos el viaje.

Eran las 7 de la tarde.
Maravillosamente habíamos cumplido con un horario previsto solo en los papeles, sentados frente a las computadoras y sin conocer fehacientemente el tipo de terreno y dificultades con que nos encontraríamos.

Mientras descendemos, vemos que en el fondo de la depresión, y pegado a la laguna hay unos corrales de piedras y un precario rancho, unas cuantas ovejas con sus crías y un ser humano que con dificultad trata de calmar a unos cuantos cuzquitos cuidadores de ovejas que se han alterado ante nuestra presencia y no paran de ladrar.

Estamos en la propiedad de Don Jiménes (sic), allÍ al reparo del incansable viento patagónico, este hombre cria sus ovejas con la única compañía de sus perros.

Parado al lado de su cocina a leña, para la cual escasea el combustible, nos ofrece su hospitalidad.

Aprovechamos para pedirle permiso para armar las carpas al reparo de las pircas de los corrales, a lo que accede amablemente.

Un poco como para ayudar económicamente a ese buen hombre y otro poco como para saciar nuestro apetito, le proponemos si puede carnear y prepararnos un cordero para la cena.

Hoy siento aún verguenza por nuestra ignorancia citadina y falta de tacto.

Don Jimenes primero accede en su deseo por satisfacer nuestro pedido, pero luego de algún intento por separar un animal para sacrificar, se sincera y nos manifiesta una realidad que nosotros debiéramos haber percibido.
Por un lado todos los animalitos eran muy pequeños, nacidos cuanto mucho hacía 10 días.
Se estaba haciendo de noche.
Don Jimenes tenía más de 80 años, le faltaba un ojo y no podía andar trepando por las piedras en la obscuridad buscando un cordero para matar, desangrar, carnear y cocinar contra reloj, sin luz y sin leña para unos exigentes y sorpresivos visitantes.

Creo que fue una desconsideración total de nuestra parte, aunque todos nos habíamos entusiasmado con la idea de comer un poco de carne asada.

Finalmente la responsabilidad culinaria recayó en el inefable Andy.

Si bien habíamos propuesto para este viaje cierta independencia operacional en el tema comida (cada pareja tripulante de un vehículo se prepararía su propia cena), a Andy le pareció mas cálida una cena conjunta y una "olla" conjunta.

El tema fue que se mezclaron en la misma olla fideos, capelettinis y otras yerbas con distintos tiempos de cocción.

Finalmente, de la mezcolanza surgían fideos casi deshechos por sobrecocción junto con crocantes capellettinis recién ingresados a la olla.

El apetito reinante y el frío convirtieron en exquisita aquella cena y Andy no solo no ha bajado su calificación cono cheff oficial, sino que ha confirmado sus excelentes aptitudes.

¡Gracias Andy!!!

Una sobremesa al calor de unos troncos encendidos con charlas sobre temas diversos y acerca de lo que estábamos viviendo, fue regada por alguna bebida espirituosa que no alcanzó para combatir el intenso frío que se iba apoderando del lugar.

En poco tiempo estábamos todos metidos en nuestras carpas y enfundados en abrigadas bolsas de dormir que a duras penas cumplian con su cometido (abrigar).

De los sordos y extraños ruidos de toda índole que se escucharon esa noche (hasta de un helicóptero descendiendo en la laguna, según afirmaba Germánico a quien le prestara oído)... no me animo a escribir. Marcelo me prometió un ensayo literario para cubrir este bache informativo.

Continúa...


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