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El 17 de febrero salimos de regreso, desde Ushuaia hacia Río Grande y de allí a la parte chilena de la isla de Tierra del Fuego.
Hicimos aduana y en lugar de dirigirnos al embarcadero, nos fuimos hacia Onaisin, continuamos hacia el sur...
hacia Camerón, rodeando la Bahía Inútil.
La yerma tierra solo deja crecer en algunos lados, estos hongos.
Pasando Camerón, divisamos del otro lado de una laguna con flamencos, un viejo cementerio en una loma.
La curiosidad nos llevó hacia allá.
"Erigida por sus empleados en memoria de John Saldine, quien fue muerto por los indios el 20 de julio de 1.898"
Pobre Juan, ¿Habrá imaginado él que justo a 71 años de su muerte por los indios el hombre ya pisaría la Luna?
Esta tumba me hizo reflexionar varias cosas:
La influencia que tenían los ingleses en la zona cuando aún no se había dirimido a que pais sudamericano pertenecerían esas tierras.
El dinero que manejaban, la sola magnitud de semejante lápida granítica pulida llevada al confín del planeta, nos lo dice.
El odio que tenían hacia los nativos a quienes les estaban robando sus territorios y que hizo que los terratenientes pagaran por sus orejas, como prueba que habían sido muertos.
Al regreso sorprendimos a este zorro colorado bebiendo mansamente de una charca.
También una cría de guanaco.
Llegamos a "El Porvenir", desde allí pretendíamos tomar el transbordador que nos llevaría hasta "Punta Arenas".
Por desgracia para nosotros llegamos 15 minutos después de que el último del día hubiera partido.
Comenzábamos a atrasarnos en nuestros planes así que no podíamos quedarnos a dormir en Porvenir a esperar el próximo transbordador del día siguente.
Había una alternativa para llegar a Punta Arenas y consistía en "volar" hasta la primer angostura a tomar la otra balsa que sale de Bahía Azul.
El problema era que nos quedaba poco mas de una hora hasta que saliera la última balsa de ese día y estábamos a 135Km por camino de ripio.
El R12 literalmente volaba en cada lomada de aquel estrecho caminito que unía Porvenir con Bahía Azul.
Se hizo de noche.
Faltaban solo cinco minutos y veíamos las luces de la balsa atracada en el muelle.
Hacía sonar su sirena advirtiendo de su inminente partida.
Yo hacía sonar mi bocina con la esperanza que la oyeran, vieran nuestras luces y nos esperaran.
Llegamos como una exhalación y el R12 "saltó" cuando ya estaban subiendo la planchada.
Uf... menos mal.
Luego el capitán me contó que veían nuestras luces y por eso nos tocaban la sirena. Muy "gauchos" los chilenos.
Cruzamos el estrecho de noche, disfrutando un hermoso cielo estrellado.
Llegaríamos muy tarde a Punta Arenas. Allí comenzaría la sexta etapa de este viaje:
LAS OTRAS ETAPAS
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