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El 23 de febrero, luego pasear por el Calafate y almorzar una riquísima parrillada de chivito patagónico, volvemos a la RN40, retomamos el rumbo norte.
Nuestro destino era el joven pueblo de El Chaltén, al pié del imponente cerro homónimo, tambien conocido internacionalmente como Fitz Roy.
La carretera de ripio cruza en dos oportunidades el Río La Leona, aquel que une los dos grandes lagos de la Provincia de Santa Cruz, el Viedma con el Argentino.
Llevaba dos bidones de 5 litros de gasolina extra, el tramo era largo y en el Chaltén no había despacho de combustible.
Unos 20 kilómetros despues de cruzar el río La Leona por segunda vez, abandonamos la RN40 y torcemos hacia el oeste, hacia la cordillera y el campo de hielo sur.
El paisaje es muy bonito, bordeábamos el gran Lago Viedma por una planicie y comenzábamos a divisar en la lejanía las montañas nevadas.
A mitad de camino ya divisábamos el enorme glaciar Viedma vertiendo sus hielos sobre el lago.
Es una gran lengua congelada que baja del enorme manto de hielo que cubre esa zona de la cordillera de los Andes.
Allí divisamos también el cerro Gemelos Blanco y el cerro Perito Moreno de casi 3.400 metros de altura.
Al girar una curva hacia el nornoroeste, lo divisamos, estaba su cumbre rodeada de nubes,
era el marcial Cerro Chaltén.
Sus paredes verticales de granito apuntan al cielo como dedos de una gigante mano.
Nos acercábamos al poblado y no podíamos quitarle la vista de encima. Sólo en los momentos en que alguna otra curva, contracurva o irregularidad del terreno lo ocultaba.
Subíamos bordeando el río de las Vueltas.
Cerca de las cinco de la tarde arribamos al pueblito recién fundado de El Chaltén, poco después de vadear el río Fitz Roy.
A la entrada, la cabaña del guardaparques, custodiada por un Águila Plateada.
El nos indica, por allí cerca, en la orilla del río un posible lugar para acampar.
No había nada preparado, solo una zona plana con menos piedras y un poco de césped que mantenía su verdor gracias a la humedad provista por el río.
Nos pareció excelente.
Armamos la carpita cerca de otras dos o tres de acampantes extranjeros. En aquella época eran mayoría aplastante. Los argentinos aún no habíamos descubierto aquellas bellezas. (Espero que la situación haya cambiado. No porque desee que haya menos extranjeros sino que haya muchos mas argentinos conociendo su país).
La villa recién fundada se componía de doce cabañas, de las cuales sólo se habían conseguido pobladores para cuatro. Las restantes esperaban aún sus futuros habitantes.
Lamentablemente la presencia de tantos ingleses, alemanes, austríacos y canadienses provocaba que en la proveeduría/fonda se manejaran precios exorbitantes (recuerdo que nos ofrecieron un plato de sopa por el equivalente a 10 dólares, una fortuna en aquella época y ahora nuevamente).
El guardaparques era un tipo espectacular. Nos quedamos charlando horas con él. Amaba ese paisaje, las montañas, los animales, las plantas y manifestaba su dicha por haber sido destinado allí.
El había rescatado el águila hembra, herida en un ala por un cazador que había matado al macho, la había curado y logró que se quedara con él haciéndole compañía.
Esa tarde, antes que anocheciera, continuamos por la huella inconclusa que se dirigía al Lago del Desierto, aquel que provocara un incidente limítrofe con Chile y le costara la vida a un carabinero del país vecino.
Vadeamos el Río Blanco y el Río Eléctrico y continuábamos adelante.
La huella se hacía cada vez mas precaria hasta que al llegar a la laguna Cóndor acababa frente al agua. Faltarían unos 20 Km todavía hasta el Lago del Desierto, estaba anocheciendo y sabíamos que era imposible llegar, así que pegamos la vuelta.
En eso divisamos dos muchachos muy jóvenes (16 o 17 años) parados frente al Río Eléctrico sin animarse a cruzarlo. Nos acercamos y vemos que estan completamente empapados. Nos cuentan que habían subido hacia la base del cerro Chaltén y que a su regreso se habían perdido. Tuvieron que cruzar varios arroyos de aguas heladas y en uno de ellos en que el agua les llegaba al pecho, la corriente los arrastró y provocó su mojadura total y un gran susto.
Me pidieron si podía cruzarlos, se subieron al paragolpes trasero del R12 y los llevamos hasta la orilla opuesta.
Viendo que el frío de la noche y la ropa mojada los iba a enfermar les ofrezco llevarlos hasta el campamento. Reacomodamos todas las cosas del asiento trasero en el techo y los dejamos en la puerta de su carpa.
La noche fué espectacular, dormimos arrullados por el murmullo de las aguas del Río de las Vueltas que corría a solo dos metros de nuestra carpa.
24 de febrero de 1990.
Ese día teníamos previsto hacer nuestra experiencia de caminata hasta la base del Chaltén.
No teníamos ningún tipo de experiencia ni equipo especial, sólo muchas ganas de recorrer aquel sitio.
El guardaparques nos dió las últimas indicaciones y partimos cerca del mediodía. El día era espectacular.
Trepamos colinas, cruzamos extensos bosques, vadeamos ríos, cruzamos otros haciendo equilibrio sobre árboles caidos... hasta que llegó la acometida final.
En el sendero nos cruzamos con un francés que, perfectamente pertrechado con calzado y vestimenta especial mas unos "bastones" de escalador, nos sobrepasa como una exalación. Nosotros nos deteníamos cada pocos metros a recuperar el aliento.
Cuando giramos para mirar hacia el este, divisamos allá abajo, en dirección al pueblo, las Lagunas Madre, Hija y Capri. Bellísimas.
Después de esos últimos 45 minutos de subida entre rocas, arribamos a la espectacular Laguna de los 3.
Y allí nos encontramos al francés, un poco mas comunicativo esta vez. Había llegado hacía unos minutos y ya estaba armando su minúscula tienda de campaña. Tenía previsto pasar la noche allí (ĦQué envidia!).
Desde aquella privilegiada posición veíamos al gigante de granito en toda su magnificencia.
Reconocimos cada una de aquellos gritos de piedra que se alzan al cielo. Eran las llamadas Aguja de la "S", Aguja Saint Exupery, Aguja Rafael, Cerro Poincenot, la Aguja principal o Monte Fitz Roy de 3.405 msnm y a su derecha las Agujas Val de Vois, Mermoz y Guillaumet (todos compañeros del escritor y aviador francés Antoine de Saint Exupery, que supo trabajar a principios del siglo XX como piloto del Correo del Sur llevando correspondencia en primitivos aviones a la Patagonia) a excepción de Fitz Roy, capitán del buque Beagle que transportara al naturalista inglés Charles Darwin en el siglo XIX en sus exploraciones alrededor del mundo, incluída la Patagonia.
Aguja Saint Exupery y Aguja Rafael. Debajo el Glaciar del Río Blanco.
La Aguja de la silla (2938m) asomándose detras de la "Brecha de los italianos".
Aguja Val de Vois, Aguja Mermoz y Aguja Guillaumet.
Tres glaciares bajan por la base de aquella gigantesca estructura petrea, son el Glaciar Río Blanco, que forma la laguna Sucia, el glaciar de los Tres que foma la laguna en cuya orilla estamos parados y el glaciar Piedras Blancas que forma la laguna del mismo nombre.
Jugamos un poco en la nieve y, cuando estábamos por comenzar el descenso vemos, deslizándose entre las grietas del Glaciar de los Tres, trece minúsculos puntitos en perfecta formación de patrulla, en dos grupos de seis con un guía. Extraño, porque habíamos estado hablando con el guardaparques y la gente de gendarmería y nadie iba a estar por ese lado. (Juntando la gente del pueblo, Gendarmería, guardaparque y visitantes no seríamos mas de 25 personas y todas ya nos conocíamos).
Pongo el teleobjetivo de 400mm y logro tomar esta fotografía.
Ahora con "tele" de 1000 mm.
13 hombres en perfecta formación esquivando las profundas grietas del glaciar.
Consultados los gendarmes y guardaparques (a nuestro regreso) sobre quienes eran los que andaban sobre el glaciar, nos comentan que desde El Chaltén no había salido en los últimos días semejante grupo de personas.
El 25 de febrero, volvemos a la RN40, retomamos el rumbo norte.
Comenzaba la novena etapa de este viaje: Río Pinturas y Cueva de las Manos Pintadas
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