(en 1.990) |
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La Ruta Nacional 40, que nace en Río Gallegos (mejor dicho allí termina su rama sur) pasa por Río Turbio, Cancha Carrera, Tapí Aike y de allí se dirige a Esperanza.
Como nuestra intención era llegar a El Calafate, ir a Esperanza nos desviaría unos kilómetros.
Veo en un antiguo mapa que la RN40 no pasa por Esperanza sino que, tomando rumbo noreste y pasando por Cotí Aike se dirige a encontrar la ruta asfaltada a El Calafate a la altura de El Cerrito.
Los gendarmes nos decían que esa ruta no existía.
-¿Pero cómo que no va a existir, si es la ruta nacional 40?
Pensaba yó.
- ¿Viste? Mirá, acá está el desvío.
Le digo a mi mujer cuando vemos una huella que se dirige hacia la izquierda a la altura de Tapí Aike.
A los pocos kilómetros la huella se vá desdibujando y a la media hora estábamos circulando a campo traviesa sobre unos montículos de tierra cubiertos de pasto que sacudían al vehículo al punto que parecía que se iba a desarmar allí mismo.
Los sacudones cobraron su precio: el portaequipajes donde iba la segunda rueda de auxilio quebro una de sus patas y se apoyaba sobre el techo del auto. Improvisé un arreglo de emergencia con alambre.
Repentinamente un arroyo se interponía en nuestro camino ¿camino?.
Con solvencia lo vadeamos. El R12 es bueno para esos menesteres.
El segundo ya no era arroyo, era un río de mediano caudal. Pasamos.
Mas adelante, el tercer cruce nos dejó en una isla y frente a un caudaloso río. Ya no podíamos dar marcha atrás.
Saqué la correa del ventilador para que las paletas no tiraran agua sobre el sistema de encendido.
Cruzámos los dedos, tomé un poco de velocidad en la pequeña isla y me zambullí en aquel curso de agua.
Se sintió el "panzaso" en el piso del Renault.
Por un momento flotó, pero el envión nos acercaba a la orilla opuesta.
Cuando las ruedas tocaron nuevamente fondo, ya casi habíamos cruzado. Escarbaron un poco en el fango y nos sacaron de aquella situación.
Liliana me miraba con cara de pocos amigos. Quedarnos allí hubiera significado pasar varios días a la intemperie y para mas, mojados.
Nuestra ansiedad por conocer el Glaciar Perito Moreno nos hizo pasar de largo el pueblo y "comernos" los 80 Km hasta el frente del glaciar. Allí habría unas cabañas del Automóvil Club Argentino.
Mientras anochecía el tiempo empeoraba. Había comenzado a llover.
¿Yo dije que habría unas cabañas del Automóvil Club Argentino?
Bueno, no había.
En realidad había pero estaban abandonadas y sus puertas cerradas con candado. (¿Les dije que después de este viaje me borré del A.C.A.?)
Nada más. Ninguna otra construcción ni vehículo ni persona. ¿Qué hacer? ¿Volver al Calafate (80 Km) pera regresar al día siguiente (otros 160 Km ida y vuelta)?
Ni soñar. Nos quedaríamos allí.
¿Pero, dónde? No había nada y estaba lloviendo.
¡En el R12!
Me metí por el bosque en la obscuridad y lo dejé apuntando al glaciar.
Armamos, sin bajarnos, la "cama matrimonial" king size y... a dormir, escuchando la lluvia en el techo de chapa del auto, iluminados con el resplandor del majestuoso glaciar.
El viento comenzó a soplar del oeste. Pasaba sobre los hielos, se congelaba y congelaba la chapa del auto.
Conclusión, nos c... Hacía mucho frío en nuestro monoambiente.
Nos despertó el canto de los pájaros y el ruido del bosque.
Ya no llovía y unos ténues rayos de sol se esmeraban por calentar un poco el entorno.
El paisaje del bosque húmedo por la lluvia reciente era nuevo para nosostros.
Continuábamos solos.
Sentíamos el crepitar de hielo rajándose y, cada tanto, el impacto de los enormes bloques que caían sobre el agua. No veíamos dónde pero lo escuchábamos.
Tomamos las cámaras y comenzamos a bajar hacia las pasarelas que enfrentan la gran masa de ancestral hielo.
Nos deleitábamos viendo como aquí y allá caían los enormes bloques. Pero, cuando escuchábamos el estruendo ya estaban casi en el agua.
¡Qué difícil descubrir a tiempo dónde se desprenderá el próximo bloque!
Liliana tuvo reflejos y pudo captar esta secuencia en donde una torre de casi 60 metros de altura (equivalente a un edificio de 20 pisos) se desprende y cae para formar luego los témpanos flotantes que corren a la deriva por el Lago Argentino.
Nos quedamos casi todo el día allí. Por la tarde volvimos a El Calafate, dormiríamos en una pensión, con baño de agua caliente y calefacción. Lo necesitábamos.
El 23 de febrero, luego pasear por el Calafate y almorzar una riquísima parrillada de chivito patagónico, volvemos a la RN40, retomamos el rumbo norte. Comenzaba la octava etapa de este viaje: El Chaltén (Cerro Fitz Roy)
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