La Travesía de las Confluencias
Por el centro y noroeste de Argentina

Sur 25:00,000 - West 66:00,000


 

Hay pocos puntos en el país en el que confluyen un paralelo y un meridiano con número entero de grados.

De hecho en todo el mundo existe un numero finito de ellos (360 x 178 + 2{polos}).
Si solo tenemos en cuenta los que se hallan en tierras emergidas (no en el mar), el número se reduce muchísimo.

A alguien (http://www.confluence.org) se le ocurrió armar algo así como un desafío con la búsqueda y "caza" de estos puntos "especiales" de los mapas que denominaron "confluencias".

El desafío consiste simplemente en llegar a ellos y certificar el acto con las fotografías de rigor del GPS y del "entorno", mandarles las fotos y un texto a ellos, teniendo el "HONOR" de ser incluidos en el sitio como quien obtuvo o registró "esa" "confluencia".

En la República Argentina hay aproximadamente 287 confluencias, de las cuales se han registrado solo 26 (a la fecha que escribimos esto).

Agosto de 2003

Lunes 11 de agosto

Nos levantamos relativamente temprano, (Mauri y Adrián le dieron un poco mas al ojo por la extenuante jornada de manejo del día anterior), reorganizamos algunas cosas en las chatas, apretamos tuercas de punta de eje en las Nivas, emparchamos, compramos bidones nuevos de 20 litros (los 4 de 65 litros los habíamos dejado en la Vaca), cambio el avance de la Niva Verde (venía gastando mucho aceite) y, tipo once de la mañana emprendimos camino rumbo a El Carril, para encarar la Cuesta del Obispo.

A las doce comenzó el ripio de la hermosa cuesta que, aprovechando la quebrada del río Escoipe, trepa y trepa hasta alcanzar los 3.370 msnm en Piedra del Molino.

Poco antes de llegar a su cima y, siendo hora de almorzar, hacemos un desvío a la izquierda para entrar al, ahora, Parque Nacional Los Cardones, (antes Valle Encantado "a secas").

El paisaje es muy bonito e invita al descanso.

Andy, devenido en Cheff oficial, hace alianza con Giaccomo y prepara unos excelentes "cappeletinis".

Su desconfianza lo mató.

  • Acá dice que cada sobre es para cuatro porciones, pero para mí, no comen mas de dos.

Así fue que echó a la olla capeletinis como para un regimiento. Estaban exquisitos, con una buena salsa mezclada con abundante queso rallado. Nos comimos dos platos cada uno de los ocho y todavía quedaba una olla "enterita"...

Por suerte pasaba por allí una pareja de caminantes franceses con su pequeña hija cargada a la espalda...

Amablemente los sentamos en un silloncito y, hasta que no se comieron el último de los cappeletinis, no los dejamos ir.

Re-pasados con el horario, tipo tres y media de la tarde partimos, no sin antes "darle un piquito" a unas extrañas botellas que había llevado el "tano" Piercarlo, con un brebaje alcohólico de secreta receta aprendida por su abuelo mientras transcurría la primera guerra mundial en Grecia.

La bebida se denomina "Galla cocoro" o algo así, y se traduce como "leche de gallo". Bueno, el asunto es que todos andaban detrás de Piercarlo meta co-co-co-có, co-co-co-có, como gallinas alzadas.

Entonaditos los muchachos, encaramos nuevamente hacia la ruta. Subimos hasta "Piedra del Molino" y, en la bajada del otro lado buscamos la huella que se interna en el Valle del Tonco, queríamos ver si podíamos "pispiar" las huellas de los hadrosaurios, aunque las referencias eran muy vagas y existía la posibilidad de que los guardaparques "nos cortaran el pelo".

Hallada la huella en el exacto punto en que la foto satelital marcaba un delgado hilo que se escurría en aquella llanura de altura, nos metimos y le metimos pata con neto rumbo sur.

El paisaje de aquel valle reseco era espectacular. Las montañas a nuestra izquierda, iluminadas con el sol del atardecer tomaban un intenso color rojo.

Por algunos kilómetros la senda transcurría por el lecho de un río seco, luego algún que otro arenal y algunos barreales resecos con su superficie endurecida como cemento.

Habíamos marcado cuatro posibles ubicaciones de las huellas;

1- La mas probable cerca de la mina Don Otto (uranio y abandonada), bien al sur en aquel valle.

2- Cerca del comienzo del valle, en su parte Norte cerca del Puesto Peña Blanca.

3- En la quebrada del Tonco, sobre los Altos del Yacutuy.

4- En las cercanías de la Mina Don Bosco, 9 km antes de la Mina Don Otto.

Nos dirigíamos raudamente, se nos estaba haciendo de noche, hacia la locación 1 (Mina Don Otto).

Faltaban unos 9 kilómetros y nos encontramos con el primer ser humano en aquellas soledades. Un señor de edad indefinida (tanto podía tener 40 como 65 años), la cara y las manos curtidas por la sequedad, el frío y el intenso sol.

Andaba con una honda tipo gomera en el bolsillo entre unos arbustos. Nos detenemos, lo llamamos y tratamos de obtener información acerca de las huellas.

  • Ah si, lo que ustedes están buscando queda mas patrás. En donde este cerro se corta, hay una quebrada y unas casas "destechadas", ahí hay que caminar un poco y encuentran una pared muy alta, donde había una escalera de cables que la han sacado. Hay que subir, son como 40 metros y, mas adelante, en una quebradita están las huellas.
  • No nos puede acompañar, nosotros lo llevamos. (no sé donde pienso, como no sea en la baca junto con los bolsos).
  • No, tengo mucho trabajo....

Ahí quedó Don Baldomero Vilte, haciendo su "trabajo" y nosotros, reculando a toda velocidad antes que desaparecieran las últimas luces del sol.

Habíamos desandado unos 5 Km, cuando vemos que Andy detiene su marcha. ¿Qué había pasado?

La baca (portaequipajes) no había resistido tantos sacudones con el enorme peso que transportaba: planchas, hi-lift, auxilio, bidón con combustible, pico, pala y bolsos y se "despatarró" apoyándose sobre el techo de la infortunada Nikita.

En un operativo relámpago pasamos auxilio, pala y pico a la sobrecargada Nivita verde, combustible al tanque y, el resto, menos las planchas, a la Cherokee de Mauro.

Al portaequipajes "lo atamo con alambre" y quedó "joya".

Cuando reanudamos la marcha ya era de noche.

Andy y Piercarlo, haciendo punta trataban de adivinar cual era el sitio que nos hubiera indicado Don Baldomero, entre cientos de quebradas todas iguales ante nuestros inexpertos ojos.

Mas atrás con Mauricio nos detenemos en la senda al divisar unas construcciones abandonadas a la derecha de la ruta. En frente se adivinaba una quebradita y un arroyo seco en su interior.

Debatimos un minuto y Mauricio encaró con la Cherokee por el cauce de aquel empinado arroyo cuajado de enormes piedras. Las que no podía esquivar, las pasaba por arriba. Desde nuestra posición escuchábamos el ruido de los fierros contra la piedra y el rugido de los 190 burros.

Sus luces iluminaban las paredes de aquella estrecha quebrada.

Cuando no se pudo avanzar mas, Pablo y Federico, de a pié, continuaron unos metros, handy en una mano y linterna en la otra buscando lo imposible.

El lugar pintaba como que podía ser, pero la obscuridad de la noche hacía muy difícil hallar lo que ya es dificil con luz de día.

Estábamos en eso cuando nos modula Andy diciendo que, mas adelante, donde se encontraban ellos había unas huellas que se metían por una quebrada y parecía que había unas construcciones abandonadas.

Discutimos por radio unos minutos sobre cual era la mas probable ubicación y, finalmente decidimos ir a donde estaban Andy y Piercarlo esperándonos.

En unos diez minutos nos reunimos y decidimos entrar, en la obscuridad por aquella ténue huella.

A los cien metros desaparecía en en ancho cauce seco de un río arenoso y pedregoso. Buscamos por donde bajar y luego por dónde subir por la orilla opuesta.

Ubicamos la huella que conducía hacia unas casas.

La luz de la luna reflejándose en las paredes internas de aquellos ranchos sin techo nos jugó una mala pasada haciéndonos creer que estaban habitados. Al acercarnos nos percatamos de su estado de total abandono.

Diviso un sendero que baja hacia el lateral de un arroyo que se interna por la quebrada y nos metemos por allí. Todo termina en una profunda grieta.

Bajamos de las chatas y el frío de la noche nos golpea en la cara.

Decidimos caminar. Tomamos las linternas mas poderosas y comenzamos a saltar las profundas grietas que forma el agua de lluvia cuando baja en torrente por aquellas laderas.

Avanzamos unos trescientos metros y nos percatamos que sería imposible descubrir los restos de una desarmada escalera de cables en las innumerables paredes de roca que se forman en los pliegues y repliegues de aquellas montañas.

Volvemos.

Mauricio suguiere armar las carpas y pasar la noche allí.

El lugar era espectacular, un cielo infinitamente estrellado y una luna llena invitaban a armar campamento olvidándose del intenso frío.

Pero el tema de las huellas había pasado a segundo término en esta travesía. Aún nos esperaban muchas confluencias y una baca por reparar.

No sin pesar decidimos que lo mas conveniente sería continuar viaje a Cachi a dormir, reparar el portaequipajes al día siguiente y tratar de recuperar el tiempo perdido cruzando el Abra del Acay raudamente.

Subimos a las chatas. Salimos del valle del Tonco. Tomamos la ruta a Payogasta e, iluminados por esa fulgurante luna llena recorrimos la "desconcertante" recta de Tin-Tin (una perfecta recta de mas de diez kilómetros a 3.000 metros de altura y rodeada de montañas).

A las 10 y media de la noche hacíamos ingreso en Cachi.

Hostería del ACA colmada.

Segunda hostería, precios imposibles.

Por fin, al lado del restaurante donde cenamos, hallamos alojamiento bueno y barato.

A dormir, mañana nos espera un gran día.


Martes 12 de agosto (Cachi).

Antes del desayuno Andy ya salió a buscar un taller donde reparar la baca. Lo encontró a solo 200 metros de la hostería.

Pablo y Piercarlo se instalaron como ayudantes "medio oficiales" del herrero y cortando y soldando terminaron construyendo un portaequipajes a prueba de elefantes.

Mientras unos desayunaban, otros recorrían el pintoresco pueblito de Cachi, con una hermosa plaza "amurallada", de épocas en que los pastores pasaban por el centro del pueblo y sus animales se dedicaban a comerse las flores. Hubo que protegerlas con una pirca (pared de piedras).

Fotografiaron el museo y la capilla. Recorrieron a las disparadas las pocas manzanas de la población. Volvieron por las camionetas y cargamos todos los bártulos (le devolvimos auxilio, pico y pala a Andy), Mauricio el Hi-lift, completamos combustible en tanques y bidones y, partimos raudamente. Eran pasadas las 13 horas.

En pocos minutos llegamos, por asfalto, a Payogasta. Muy cerca de allí nos esperaba una confluencia, la 25-66.

Tal como habíamos visto en la fotografía satelital, no era de gran dificultad, excepción hecha de que se encontraba a casi 2.800 metros de altura y en el cauce de un río estival seco, plagado de piedras bola.

Hicimos los 13 kilómetros hacia el noreste de Payogasta por una senda que trepa el pedemonte y, allí estaba, a poco mas de cien metros del camino, metiéndose por el lecho de aquel río seco.

25-66 registrada con éxito a las 13:30 del 12 de agosto de 2003.

Fotos de rigor y, a las disparadas, a continuar, que hoy tenemos que cruzar el Abra del Acay (paso carretero mas alto de América) en su sentido más dificultoso (S-N), ya que de aquellos 2.800 metros en que nos hallábamos deberíamos trepar a mas de 4.900, para bajar luego a los 3.770 de San Antonio de los Cobres.

Eran las 13:30 y llevábamos cierto atraso para nuestros planes.

S31-W64 S27-W65 S26-W65 S25-W65 S28-W64

S25-W66 S24-W67 S25-W67 S25-W68 S29-W64

(Oprima el botón de la confluencia de la que desee ver Relato y Fotos)
- Para leer toda la travesía, comience de la primera de la izquierda -

Ver los integrantes del grupo

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