|
De Arequipa a Cusco y Valle Sagrado de los Incas |
En nuestro viaje a Cusco nos encontrábamos en Arequipa y habíamos decidido hacer el siguiente tramo en tren.
Pasamos por la agencia de turismo y pudimos recuperar el equipaje. Una preocupación menos. A las 20 horas arribamos a la estación terminal de trenes. Era una verdadera romería. Repleta de vendedores ambulantes voceando sus ofertas, turistas con cara de despistados (como nosotros) y una inmensa fila (cola) esperando para acceder al andén. La fila tenía numerosas e inexplicables ramificaciones. Entre medio, cholas con sus niños atados a las espaldas más otros colgando de sus manos, más paquetes, bultos, aves de corral, jaulas, bolsas de papas, legumbres y todo tipo de mercadería. Todos pugnaban por acercarse al acceso al andén. Allí dos inspectores de trenes revisaban minuciosamente pasajes y ¿documentos?. La niña con nuestros pasajes no aparecía por ningún lado. En aquella turba de gente andábamos cuidándonos hasta de los oportunistas que nunca faltan en las terminales de medios de transportes, y más si hay turistas. Nosotros en ese entonces no nos manejábamos con tarjetas de crédito, por lo que andábamos con el efectivo para los 20 días de viaje que nos restaban, encima. No debíamos descuidar los bolsos ni las cámaras ni los documentos, y además tratar de hallar a la empleada de la agencia de viajes (si es que cumplía con lo pactado) en medio de esa marea humana. Ya eran las 20:30..., 20:45..., el hall se iba "descomprimiendo" y el tren, en el andén, se iba llenando con su heterogéneo pasaje. La niña con nuestros boletos seguía sin aparecer. El "expreso" debía partir a las 21:00 Hs. A las 21:00 en punto vemos llegar a la empleada de la agencia, corriendo por el Hall, ahora casi vacío, con los pasajes en la mano. Nos los entrega y... Oh, sorpresa. Estaban emitidos a nombre de una pareja de japoneses. Yo debería poner cara de Hiroíto Yamamoto y mi señora de Aikido Tokunaga. - Pero... ¿Cómo vamos a hacer, si están pidiendo pasajes y documentos a cada uno que sube? le pregunto a la niña de la agencia con cara de espanto... - No se hagan problema. Ustedes vayan, vayan... Con un nudo en las tripas y el pasaje en la mano, me acerco, pálido al inspector que controlaba el acceso al andén. Había solo tres o cuatro personas delante nuestro en la fila. Mi mente, acelerada al máximo, buscaba una explicación plausible para dar a tamaña inconsistencia... Por suerte, en el apuro porque el tren hacía sonar ya su silbato anunciando su inminente partida, el control se relajó y, a la voz de: ¡ apuren, apuren !, el inspector nos ingresó al andén con un leve empujón en la espalda, casi sin mirar siquiera el boleto... Pffffff....... Entonces debíamos hallar nuestras ubicaciones en aquel tren repleto. Eran vagones de madera, muy angostos, con bancos dobles, también de madera, enfrentados y con una pequeña mesita entre medio. Los pasillos estaban abarrotados de gente parada con todos sus bártulos y niños. Tratábamos de avanzar con los bolsos sobre las cabezas y las manos cuidando los bolsillos (por las dudas..., mas vale prevenir...). Allí encontramos al fin nuestra ubicación. Por suerte no la habían ocupado, lo que nos ahorró una discusión. Los asientos estaban diseñados, aparentemente, para gente menuda. Nosotros no lo somos tanto por lo que entrábamos medio "apretujados" en aquellos pequeños bancos de madera, con la mesita al frente, que nos separaba de nuestros compañeros de viaje. Ellos resultaron ser dos amigos profesionales peruanos, que estaban también de turismo. Muy charlatanes. Muy pero muy charlatanes. A la hora de estar allí ya nos dolía la cabeza, de tanta charla, de la tensión vivida durante todo el día (y hasta último momento) y por la altura... el tren había comenzado su recorrido y, en pocos kilómetros, ya andaba por los 4000 metros de altura, en que comienza a hacer efecto la puna. Se deslizaba lentamente, en continuo ascenso, por sobre unos serpenteantes rieles en la obscuridad de la noche. Justamente, la noche. La noche y la altura habían provocado un brusco descenso de la temperatura. Comenzamos a abrigarnos con todo lo que teníamos a mano. Los lugareños sacaban de entre sus pertenencias, sus abrigados ponchos y se envolvían en ellos mientras cubrían sus cabezas y orejas con sus típicos sombreros multicolores. A nosotros (medio desinformados) nos tomó un poco por sorpresa los 3 o 4 grados sobre cero de temperatura que estaban haciendo. La luz se apagó y todos se dedicaron a dormir. Nosotros pretendimos hacer lo propio pero un tenaz y persistente dolor de cabeza nos lo impedía. Era "la puna" o "soroche" o mal de alturas. Que se agrava en situaciones de tensión o nerviosismo. Ya afectaba también nuestros estómagos. El convoy seguía avanzando lentamente, ascendiendo y descendiendo por las montañas de la Cordillera de los Andes. En la obscuridad adivinábamos las cumbres nevadas iluminadas por una tenue luna en cuarto creciente. Por allá se reflejaban sus rayos en alguna laguna de altura. Por momentos el sueño nos vencía y nos dormíamos por unos minutos, hasta que un fuerte dolor de cuello, provocado por el frío y nuestras cabezas colgando hacia alguno de los lados, nos despertaba. El estómago continuaba revuelto y el cerebro parecía que estallaría en cualquier momento. A eso de las cuatro de la mañana Liliana no pudo más, necesitaba vomitar y las ventanillas estaban trabadas. Quiso salir al pasillo para acercarse a alguna puerta (estábamos en el último vagón). Allí descubrió que toda la gente que viajaba sin asiento, se había acostado en los pasillos e impedía absolutamente desplazarse en ningún sentido. La desesperación hizo que comenzara a caminar por sobre los apoyabrazos de los asientos, en total obscuridad, pisando en su tránsito hacia la puerta trasera varios brazos. Yo la seguía, haciendo equilibrio entre los sacudones del tren, para ayudarla. Dejé equipaje, cámara y demás enseres abandonados en los asientos. Cuando llegamos al final del vagón, último de la formación, seis o siete "cholas" con sombrero bombín de paño, se ubicaban alineadas en cuclillas ocupando toda salida posible. Por sobre la cabeza de una de ellas, una ventanilla rota, tipo ojo de buey, invitaba a la necesidad de Liliana de vaciar el estómago. Pide permiso y la "chola" ni se inmuta, solo la mira como quien mira algo transparente. Liliana insiste, advirtiéndole de su urgencia inmediata. La "chola" continúa allí, inmutable. Como permaneció inmutable cuando la urgencia fisiológica de Liliana no hizo más caso a su voluntad y explotó, rociando en su camino el sombrero bombín de la "chola" que continuaba en cuclillas debajo de la ventana rota, mirándonos como si fuéramos transparentes. ...................... Regresamos a nuestros asientos y al poco rato empezó a "clarear". Con los primeros resplandores del amanecer comenzamos a percibir la enormidad de aquella cordillera que nos rodeaba. El lento andar del convoy nos permitía apreciar con detalle cada vega, laguna o nevado que aparecía en nuestras ventanillas. Lamentablemente el malestar provocado por la "puna", continuaba. A eso de las siete de la mañana el tren ingresó a Juliaca, importante ciudad en las cercanías del lago Titicaca. Se detuvo en la estación por casi una hora, tiempo en el que ascendieron al tren innumerables vendedores ambulantes que ofrecían comida casera, tortillas y hasta tés (infusiones) de hierbas. Justamente, una anciana de edad indefinida, encorvada por el peso de una enorme pava con agua caliente envuelta en arpillera, nos "receta" té de anís para sanar nuestro malestar. Aceptamos y, en unos vasos de plástico descartables pero "reciclados", nos sirve el enigmático brebaje. Lo tomamos con cierta aprensión. Resultó mágico. A los 15 minutos ya estábamos felices, contentos y comprando alguna empanadilla para ingresar a los sufridos estómagos. El tren partió de Juliaca cerca de las ocho de la mañana. No más rieles por la cornisa. Allí el ferrocarril circula por una altiplanicie de 3850msnm rodeada de campos cultivados y, más allá, las montañas.
Desde la ventanilla podíamos ver la "carretera" Juliaca/Cusco (de grava o tierra en aquel entonces) completamente anegada por efecto de las intensas lluvias de temporada. Cada tanto veíamos algún bus encajado en el lodazal y a todos sus pasajeros empujando para sacarlo adelante. El tren circulaba muy lento. Las lluvias también aflojaban su terraplén y los rieles se ondulaban verticalmente. La locomotora y los vagones galopaban a punto de descarrilar pese a la baja velocidad.
A las cinco de la tarde arribamos a Cusco. En la estación terminal otra marea humana de vendedores, "agentes de turismo", choferes de taxis y comedidos revoloteaba en torbellino sobre los pasajeros recién llegados. Cuando pudimos alejarnos un poco de aquel "carrusel" conseguimos un taxi y salimos a buscar un hotel "bueno y barato". Después de visitar dos o tres, encontramos uno a la medida de nuestras pretensiones.
Esa noche salimos a conocer Cusco céntrico. Calles empedradas, varias plazas, iglesias y monumentos cerrados, mucha gente (gran parte de ellos turistas extranjeros), varios restaurantes y peñas folklóricas. En una de esas peñas nos metimos a cenar y a escuchar música típica del altiplano, tocada en sus extraños y originales instrumentos de viento, cuerdas y percusión.
Al día siguiente comenzamos a "relevar" qué es lo que hay para visitar, y así armar un elemental cronograma para "no perdernos nada". En principio, por supuesto, fuimos a la Plaza de Armas alrededor de la cual se encuentran muchos templos importantes de la ciudad.
Se destaca la Catedral, construida en 1559. Pegada a ella otras dos iglesias; a la izquierda, la pequeña Iglesia Jesús María que data de 1733 y a la derecha, la Iglesia El Triunfo, la más antigua de Cusco, construida en 1536. Junto a la entrada hay una bóveda que contiene los restos del historiador inca Garcilaso de la Vega, nacido en Cusco en 1539, hijo de un conquistador español y una princesa Inca.
La Plaza de armas y parte de Cusco visto desde otra perspectiva. Además caminando y preguntando, nos enteramos de la existencia de:
y El Valle Sagrado de los Incas, con:
Y...¡ Por supuesto !..., cómo llegar a Machu Picchu. Machu Picchu está a unos 100 Km de Cusco, 60 de los cuales se puede hacer por carretera, pero indefectiblemente los últimos 40 solo se pueden realizar en ferrocarril o caminando en una excursión de tres dias completos por el "Camino del Inca" que trepa hasta los 3650 metros sobre el nivel del mar y luego desciende hasta los 2400, en que se encuentra la magnífica ciudadela.
|
1 ARG. De Buenos Aires a la Costa de Pacífico en Chile |
2 CHILE: Reñaca, La Serena, Caldera, Puesto Fragüita |
3 CHILE: De Puesto Fragüita (Tocopilla) a Iquique |
4 CHILE: De Iquique a Arica (Frontera con Perú) |
5 PERÚ: De Arica a Tacna (frontera), Mollendo y Arequipa |
6 PERÚ: De Arequipa a Cusco y Valle Sagrado - ES ESTA ETAPA - |
7 PERÚ: MACHU PICCHU |
8 PERÚ: Cusco, Arequipa, Juliaca, Puno. |
9 BOLIVIA: De Puno a La Paz, Oruro, Potosí, Villazón, Buenos Aires. |
|
|
|
Para dejarnos tu opinión o ver los Comentarios
de otros Visitantes,
por favor ingresa a nuestro