Los
pasos fronterizos en el norte del país
están minados: los explosivos diseminados
por el gobierno de Chile ante la posibilidad
de un conflicto limítrofe con Argentina
por el canal Beagle en 1978, jamás fueron
retirados. Hoy, 23 años después, los campos
siguen representando un peligro para los
habitantes de una Puna desolada y siguen
cobrando víctimas.
Fueron 18 horas de viaje desde Salta hasta
el extremo sudoeste de la provincia en
el límite con Chile. El objetivo: comprobar
el miedo de los pobladores que, de uno
y otro lado, sufren el peligro diario
de las minas antipersonales enterradas
en la Cordillera.
En 1978, en el marco de la hipótesis de
una guerra por el Canal Beagle, el ejército
chileno de Pinochet puso esos explosivos
en los pasos fronterizos con Argentina
y nunca los sacó. La mayor cantidad de
campos minados está en los cerros del
azufre y tiene como epicentro los alrededores
de la mina La Casualidad.
A 5300 metros de altura, La Casualidad
ya no es ni la sombra de lo que fue: la
ciudad minera más importante del país,
donde vivían 3800 personas. Allí se procesaba
el azufre que era extraído del yacimiento
en el cerro Julia. Producía el 60 por
ciento del mineral que necesitaba la Argentina
y enviaba el material a todas las plantas
de Fabricaciones Militares para producir
la pólvora. Sin embargo, más tarde llegó
la destrucción para que no pudiera ser
utilizada por los chilenos si se declaraba
la guerra.
Fue el 28 de Septiembre de 1978 cuando
Fabricaciones Militares ordenó inexplicablemente
el cierre de La Casualidad. Tres meses
después, el dictador Jorge Rafael Videla
dio la orden de avance a las tropas de
frontera. Pero la intermediación del enviado
papal frenó la guerra.
Así, La Casualidad se cerró y los mineros
tuvieron que irse. Al mismo tiempo, del
lado chileno se fueron plantando las minas
antipersonales y antitanques en los pasos
fronterizos del Azufre y otros pasos más
al norte: Paso Jama, Huaytiquina, Sico,
Licancabur, Pular, Paso Socompa, Lullaillaco
Norte y Lullaillaco Sur, Corro Silla.
Esos campos minados nunca fueron limpiados
y desde hace 23 años cobran víctimas inocentes.
Todavía hay 500 mil minas diseminadas
en la frontera. Tanto el ejército de Chile
como el de Argentina aseguran saber exactamente
dónde están, pero Telenoche Investiga
comprobó que no es así.
De acuerdo con los tratados internacionales,
el gobierno chileno tiene la obligación
de efectuar la limpieza de esas zonas.
Pero el argumento es que resulta una operación
costosa. Vecinos de la zona aseguran que
colocar cada mina costó entre 3 y 10 dólares.
Sacarlas costaría entre 300 y mil dólares.
Sin embargo, primero habría que localizarlas,
una tarea que hoy parece, al menos, complicada.
Es que hay otro problema. Las zonas con
explosivos tenían pequeñas estacas que
identificaban el lugar, pero, por las
lluvias y los derrumbes, esas estacas
desaparecieron. Concretamente, el principal
problema es la falta de señalización de
algunos de los campos con el riesgo permanente
de que alguien pueda transitar en esos
sectores.
Yendo hacia Calama, Telenoche Investiga
encontró dos campos minados sin ninguna
señalización: Paso del Riel y Punta Negra.
Las fuertes lluvias arrasan las minas
dejando obsoletas las marcaciones.
En Socompa, algunos pobladores aseguran
además que también hay campos minados
bajo las mismas condiciones del lado argentino.
Es que el agua que arrastra a las minas
año tras año corre a ambos lados de la
Cordillera y las mueve constantemente.
Es así como nadie ni en Argentina ni en
Chile puede saber exactamente dónde están
las bombas silenciosas de los Andes. Pero
las víctimas están.
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