Desde
la II Guerra Mundial se estima que se
han producido alrededor de 400 millones
de unidades. Según Naciones Unidas, el
stock almacenado alcanza los 100 millones.
Su precio bajo, oscila entre los 3 y 75
dólares según los avances técnicos que
incorporen y su costo de fabricación suele
ser de 5 a 7 dólares. Las minas más caras
son las llamadas "inteligentes", que suelen
costar de 7 a 10.000 dólares, aunque se
espera que puedan bajar hasta los 2.000.
La Claymore, con accesorios incluidos,
se vende por unos 27 dólares aproximadamente.
En el mundo existen unas 100 empresas
en 50 países dedicadas a la fabricación
de minas, que suelen producir también
bombas de racimo, submuniciones y siembraminas.
Los mayores productores son Italia, China,
Estados Unidos y Rusia, pero también hay
gran cantidad de países europeos como
Francia, España y la antigua Checoslovaquia;
asiáticos como India, Pakistán, Vietnam
y las dos Coreas e incluso Sudáfrica que
junto con Pakistán y Egipto están alcanzando
una importante posición. Se fabrican por
semana unas 50.000 minas. Es decir, cada
minuto 5 nuevas minas amenazan la paz
de la Tierra. Existen más de 100 modelos
diferentes de minas antipersonales.
Normalmente la fabricación se concentra
en pocas industrias, muchas veces financiadas
por el propio gobierno, sobre todo en
países del antiguo bloque soviético. También
es frecuente que se realice en pequeñas
fábricas desconocidas. Muchas veces son
compañías subsidiarias o se encuentran
en manos de otras más fuertes como British
Aerospace.
Ante la prohibición de su uso la industria
ha buscado nuevas salidas a sus productos,
intentando "humanizar" las minas. Son
las denominadas minas inteligentes o elegantes,
una nueva generación diseñada con mecanismos
de autodestrucción o neutralización que
entran en funcionamiento una vez pasado
cierto tiempo, o que poseen sistemas de
activación y desactivación a distancia.
Las compañías han realizado una gran campaña
para promocionarlas y dejarlas fuera de
la catalogación de "arma inhumana".
Además tienen un precio mucho más elevado
hasta 10.000 dólares, aunque se espera
rebajar hasta los 2.000 dólares, mientras
que una mina tradicional cuesta alrededor
de 3 y 75 dólares, e incluso las hay de
50 centavos, según ha denunciado el Comité
Internacional de la Cruz Roja, en el caso
de algunas minas de fabricación china.
Este costo hace que los países más pobres
no puedan acceder a ellas o lo hagan a
costa de un fuerte endeudamiento para
comprar las tradicionales o se hagan clientes
de la industria clandestina.
El negocio
En general, la producción está destinada
a la exportación, pero es muy complicado
y difícil conocer el destino último de
las mercancías. Por ejemplo, durante la
década de los 80, Paraguay sirvió como
puerto de desvío para los cargamentos
de minas destinados a Sudáfrica. En tanto,
en las estadísticas de Estados Unidos
no existen envíos a Angola y Mozambique,
pero en ambos países se han encontrado
minas de fabricación estadounidense en
grandes cantidades. Se piensa que esto
es debido a que fueron suministradas por
medio de programas de ayuda militar o
bien fueron revendidas por otros países.
Igualmente se han encontrado minas españolas
en Marruecos, Mauritania, Islas Malvinas
e Irak.
El mayor encargo conocido es el que realizó
Irak durante la Guerra del Golfo. Consiguió
unos 15 millones de minas y decenas de
empresas se las facilitaron.
El comercio de armas mueve en todo el
mundo alrededor de 22.000 millones de
dólares cada año, superando los 46.000
millones cuando ha estallado un gran conflicto
bélico. Normalmente las minas no suelen
ser el centro de la exportación, sino
que se incluyen en grandes paquetes de
compra o incluso como "regalo accesorio",
debido a su bajo costo.
Pero no es sólo la exportación de minas
el principal negocio de estas empresas.
Los sistemas de dispersión o siembraminas
producen unos intereses mayores y los
principales ingresos. Además involucran
a muchas otras empresas y compañías, generando
un gran número de actividades dependientes,
como la fabricación de componentes plásticos
o explosivos, empresas intermediarias
y transportistas, entre otras.
Por otra parte, estas mismas empresas
suelen acceder a los programas de desminado
o remoción de minas antipersonales bajo
otros nombres o a través de subsidiarias
y consiguen las millonarias concesiones
de las Naciones Unidas, ya que fabrican
el material necesario para el desminado
y cierran el círculo enriqueciéndose todavía
más.
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