Las
heridas más comúnmente causadas por la
explosión de una mina se clasifican en
tipo I, II y II. La primera de ellas es
la causada por una mina que produce una
onda de choque, es decir que destroza
el pie o la pierna en una amputación traumática,
originando heridas de diversos grados
en la otra pierna, los órganos genitales,
los brazos o el tronco. Pocas personas
sobreviven a las heridas provocadas por
minas que producen onda de choque con
gran carga explosiva.
El tipo II es la herida causada por minas
de fragmentación. Las heridas son las
mismas que las originadas por otros artefactos
como granadas o proyectiles de mortero
y pueden afectar a cualquier parte del
cuerpo.
El tipo III es causado por detonación
accidental al manipular una mina, provocando
graves heridas en las manos, los brazos
y el rostro; en algunos casos, puede producir
ceguera.
Traslado y primeros auxilios
El traslado de las víctimas es clave.
Muchas de ellas se encuentran solas y
aisladas cuando resultan heridas. Habían
ido a buscar leña o agua, estaban trabajando
en arrozales o pastoreando. Yacen a veces
durante horas con los miembros despedazados
esperando ayuda y muchas mueren antes.
Cuando llega la asistencia, los socorristas
deben tener cuidado y no poner en peligro
su propia vida. La evacuación plantea
a veces no pocas dificultades cuando se
carece de tratamiento o de anestésicos
durante el traslado hasta el hospital
y, en lugar de una ambulancia, el viaje
se hace en camión o en una carreta tirada
por caballos a través de montañas, desiertos
o arrozales. Datos recogidos por el Comité
Internacional de la Cruz Roja sostienen
que sólo el 25% de las víctimas de minas
llega al hospital en un plazo de seis
horas después de resultar heridas y el
15% se demora más de tres días.
Las medidas más eficaces para evitar complicaciones,
la incapacidad o la muerte son los primeros
auxilios prestados rápidamente, por ejemplo
detener una hemorragia aplicando un apósito
correctamente, inmovilizar los miembros
lesionados y aliviar el dolor. Sin embargo,
es necesario tener cuidado para no cometer
errores: un torniquete mal colocado y
sin aflojar durante horas en la parte
superior de la pierna puede dar lugar
a que una amputación traumática del pie
termine en amputación quirúrgica de todo
el miembro.
Tratamiento quirúrgico
Las heridas causadas por las minas terrestres
requieren un tratamiento quirúrgico especializado,
grandes cantidades de sangre para transfusión,
antibióticos y otros medicamentos, así
como una larga hospitalización. El cirujano
tiene que cortar todo el tejido dañado
y contaminado y quitar todos los fragmentos
extraños, como la envoltura plástica de
minas, que se hayan introducido en la
herida y, en muchos casos, amputar los
miembros gravemente lesionados. Pocos
cirujanos con experiencia sólo civil están
preparados o tienen los conocimientos
necesarios para tratar las heridas causadas
por una mina.
Las minas antipersonales causan un desproporcionado
número de amputaciones entre los heridos
de guerra: un 82,5% de todos los pacientes
que son amputados en los hospitales de
la Cruz Roja son víctimas de minas terrestres.
La duración media de una estadía en el
hospital de un herido por bala es de 18
días, mientras que, para los pacientes
con heridas graves causadas por una mina,
es de 32 días. Los heridos por bala requerirán,
como promedio, 1,9 operaciones y 0,5 unidad
de sangre, mientras que los heridos por
mina necesitarán 4 operaciones y 3,2 unidades
de sangre.
Rehabilitación y asistencia psicosocial
Muchas víctimas de minas no tienen acceso
a los servicios de rehabilitación física.
Las prótesis son caras y el costo de la
tecnología utilizada en los países más
ricos para fabricarlas no está al alcance
de las víctimas. Mientras cada persona
recibe una prótesis que debe cambiar cada
tres o cinco años; el miembro artificial
para un niño debe cambiarse cada seis
meses.
En la mayoría de los contextos, la integración
social de las víctimas ha sido olvidada.
Muchas de ellas no pueden encontrar trabajo
después de su accidente y se ven obligadas
a mendigar en las calles para aportar
un sustento a su familia. En la mayoría
de las sociedades agrarias, la persona
que pierde un miembro ya no puede arar,
cargar peso ni contribuir de manera alguna
a las necesidades de su familia. El divorcio
y el ostracismo social son algunas de
las dificultades subsiguientes al traumatismo
físico inicial y, en las sociedades donde
los amputados soportan un estigma cultural
y religioso, las muchachas víctimas de
minas tendrán, a causa de su discapacidad,
muchas menos probabilidades de contraer
matrimonio. Los niños amputados quizás
no puedan ir a la escuela o, avergonzados,
no se atrevan a salir de casa.
Así, pues, es indispensable potenciar
el apoyo basado en la comunidad, con miras
a la recuperación y a la reintegración
de los supervivientes de explosiones de
minas. Este apoyo debe incluir la formación
profesional y la asistencia psicológica,
cuando sea necesario, a fin de que los
sobrevivientes puedan conseguir su autonomía,
y debe orientarse hacia la solución de
los problemas de discriminación que afrontan
los amputados.
Sus más altas cumbres demarcan el límite
con Chile, donde se impone la presencia
del Cerro Tronador (3554 msm) y cerros
menores como los cerros Campana, Capilla,
López y Catedral, con alturas que oscilan
entre los 1800 y los 2400 msm. Entre estas
elevaciones, profundos valles y quebradas,
permiten el tránsito internacional a través
de los pasos Cardenal Samoré, Pérez Rosales
y el de los Vuriloches.
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